Prólogo
Hace algunos ayeres –no sabría especificar al lector cuántos, pues la naturaleza de mis manos me obliga a contar en pocos pares– cuando inicié la empresa que habría de convertirse en «Big Lick», ignoraba el revuelo, sorpresa y disgusto que causaría entre los míos, por lo que justificaré el fondo de mi acto transgresor contra nuestra lengua y buenas costumbres.
Habito en uno de esos lugares de paso donde jamás pasa nada, perfecto para mi carácter evasivo y nostálgico; nostalgia alimentada por el nombre del edificio, por los salegares que hubieron y ya no existen. Se me permite vivir aquí, del mismo modo en que yo permito vivir a otros. Mi presencia es anunciada con diligencia a los nuevos residentes y parece ser propio de su temperamento el no hacer preguntas, así es y siempre había sido, salvo por aquel curioso incidente.
Así como el agua trajo la sal que cubría este territorio, así la suerte los trajo un día. Par de humanos, macho y hembra, que hablaban en un dialecto distinto al que hablaban el resto de los humanos vecinos, mismo que utilizo para la escritura de estas líneas, así que discúlpeme el lector si me equivoco, soy neófita en lo referente a este idioma.
Más allá de lo anterior, no había nada fuera de lo común en ellos y como no era mi costumbre presentarme a los nuevos inquilinos, decidí que no valía la pena ocuparme en aquella pareja, pero cuál no sería mi sorpresa, cuando por accidente, mientras daba uno de mis paseos nocturnos por el pasillo, escuché a la mujer hacer la pregunta maldita: ¿quién es la cabra?
¿Quién soy? Aquel cuestionamiento me hirió profundamente, pues desconozco la respuesta. ¿Animal? Eso es lo que soy, ¿Caprino? Esa es mi especie. ¿Alpinista? Ese es mi oficio. Confieso, se convirtió en un placer morboso espiar a los humanos que antes habría ignorado. Me maravillaban sus elucubraciones sobre mi identidad y más de una vez consideré tocar a su puerta para presentarme, pero, ¿cómo hacerlo si ya no era capaz de anunciar quién era?
Momentos de profunda introspección y filosofía me orillaron al ejercicio de la imaginación que hoy nos ocupa. La búsqueda de las respuestas inspiró el dibujo de autorretratos y la escritura de sentencias que obsesivamente fabriqué y pegué en los tableros de avisos, pasillos, puertas, incluso ventanas… Breves líneas de unas cuantas palabras humanas que aprendí espiando escondida en los espacios entre las paredes; en un origen súplicas frente a la pérdida de identidad, se convirtieron en manifiesto, en el mal arte de algo que ya no es animal, sino quimera.
Sea pues, leída mi obra.
Aegagrus Hircus Capra
Big Lick Junction
A la cabra había que dibujarla con cuidado. Un mal trazo y jamás cobraría vida.
La cabra sueña con praderas que nunca conoció.
Nadie sabía qué o quién era la cabra, ni siquiera ella misma. Por eso se escabullía en los departamentos para mirarse en los espejos de los inquilinos, esperando que alguno le mostrara su verdadero reflejo.
Cada otoño, la cabra forma en el jardín montañitas de hojas muertas. Retoza entre las tumbas amarillas, tarareando un réquiem dedicado a la Noche de San Juan.
The goat is real and tangible, unlike fake promises of good faith, eternal love and controlled rent; broken with the fine print hidden in void contracts.
No hay de qué preocuparse: la cabra vela tu sueño. Observa mientras duermes, presta para tomarte de la mano cuando algún terror nocturno vulnere el descanso. Ahogará tus gritos con la pata izquierda; así, el sueño de tu compañera será reparador, el tuyo, eterno.
A media noche el fantasma de la cabra opera el elevador. Abre y cierra las puertas. Sube y baja del segundo al tercer piso. Se pregunta por qué, aun así, nadie usa las escaleras.
Hay cabras buenas y cabras malas. Las cabras buenas son: Musicales, Divertidas y Mordaces. Las cabras malas no merecen ser nombradas.
The goat now writes short stories about me, wearing a MAGA hat while typing, swearing against that one Mexican that got away.
La cabra vivía enamorada de las luces neón; es por eso que nunca pudo abandonar el edificio.
La cabra jugaba todos los días a la casa de muñecas con sus humanos mascota.
El juego favorito de la cabra era el escondite.
Desde 1993, las hormigas y la cabra se asociaron. Ellas robaban la sal de los departamentos, la cabra no les cobraba renta.
La cabra solo existe como el dulce recuerdo de algo que nunca fue visto.
La cabra decidió dedicarse a sus otros negocios, y nunca volvió al edificio.
La cabra era tímida y nunca se acercaba, por ello debías dejar granos de sal en la puerta para indicarle que era bienvenida.
A la cabra no le gustan las galletas. Las come porque las cabras comen de todo. Jamás querría que la pensaran poco profesional.
Las historias ma-cabras jamás podrán ma-durar. Sucumbirán al ma-celo en ma-nada, sabiendo únicamente eso. Ma-nudo de mediocres.
La cabra se cuela en los sueños de los niños. Sueños de saltos y regocijos en los campos para los niños buenos; sueños de abismos sin fondo para los niños que fueron malos.
One-hundred-and-thrirty years ago, the marsh brought the salt, the salt brought the goat, the goat brought the ants, the ants took everything away.
La cabra husmeaba por los pasillos a la hora de la cena, esperando que alguien pusiera su lugar en la mesa.
La cabra enviaba ejércitos de hormigas para indagar cuáles inquilinos tenían las mejores alacenas.
The tenants occupied the building, and the goat occupied the tenants’ minds.
La cabra te visita las noches de los viernes para beber whisky y hablar de los poetas malditos.
La cabra espía por las rendijas preguntándose qué hacen los humanos, unos frente a otros sin hablar, mirando pequeños aparatos resplandecientes.
I goat Roanoke.
La cabra era como la vida; no había que tomársela tan en serio.
Tal vez, sólo tal vez, la cabra era un dibujo en medio de un pentagrama.
It is a well-known fact that goats love real state.
The goat was part of the lease agreement, hidden in a clause about ‘Noise after 11 and obsessions’.
Comentarios
Publicar un comentario