Publicado por su autor, José Antonio Alzate y Ramírez el 26 de Octubre de 1772, en México, Nueva España.
Non sit nobis Sciencia, in phantasmatibus nostris;
melius est enim qualemcumque verum,
quam quidquid pro arbitrio fingi potest. Augustinus de vera Religione.
Prólogo, e idea general de la obra.
En repetidas ocasiones, que se me ha presentado la idea de introducir una Obra Periódica de Literatura, muy necesaria en la Nueva España, me hallaba abismado, entre diversidad de pensamientos: si por una parte conocía la profunda erudición, y vastos conocimientos, que son necesarios para ejecutarla; por otra, conocía también mi insuficiencia; pero al mismo tiempo experimentaba unos vivos deseos de ser útil a la Patria, porque conocía, que no solo nacimos para nosotros, más bien también para nuestros semejantes. Me preguntaba: ¿es posible, que en un Reino tan abundante en sabios, en un país en que la naturaleza se ha mostrado tan pródiga en sus producciones, se carezca de escritos periódicos, cuando son tan abundantes en la Europa culta, que aún se podía decir, según su multitud, que la moda tiene su parte?. Siendo indubitable, que los de poca utilidad son efectos del capricho, o industrias de autores famélicos, la mayor parte de ellos acarrean beneficios, bien sensibles a la sociedad, fomentan la aplicación, estimulan al estudio, y ponen en silencio, a los que careciendo de talentos necesarios, intentan poner las manos en las aras de Minerva.
Determinado ya a emprender la obra, procuraba disculpar mi atentado, y me decía, ¿un magnífico edificio, no comienza por una piedra? ¿Unos ánades no pusieron alerta a los soldados del Capitolio? Pues continuemos, ínterin los más sabios, y al presente mas recatados que yo, plantear un pensamiento tan bello, que si no pudiere ayudarles con mi debilidad, por lo menos hallarán en mi un incansable lector de Producciones, y me consolaré de haber procurado armar el ademe, ya que mi suerte no me proporcionó capaz de hermosear el edificio.
No faltará quien pregunte, ¿a qué conduce el gastar nuevamente los moldes de la imprenta, cuando ya el mundo está agobiado con tan excesivo número de libros? Confieso sería muy útil un nuevo Cámbises (pero crítico) para libertarnos de tanta peste de fárragos, pero también es innegable, que diariamente se imprimen en Europa cosas nuevas, y muy buenas, las que por su difícil acceso a este Reino, se hallan en poco número, y cuya noticia, o extracto puede servir de mucho.
¿Habrá quién se atreva a negar que las Ciencias en los últimos años del siglo pasado, y en lo que corre del nuestro, siglo verdaderamente de las luces, han tomado otro semblante? De embarazosas, caprichosas, y enemigas del buen empleo, del precioso veloz tiempo, se han convertido en deleitosas metódicas (gracias al genio geómetra, que sin sentir se ha introducido en todas la facultades) y lo que es más, se conoce ya el camino seguro por donde debe conducirse, abandonadas ya aquellas veredas abismosas, que conducían a un laberinto inexplicable.
La Teología, el Santuario de las Letras, aquella Ciencia Sagrada, cuyo objeto es la suma verdad, se ha facilitado mucho con las nuevas ediciones correctas de los Santos Padres, restituidos los lugares, que los herejes, la barbarie de los siglos, e ignorancia de los copistas tenían viciados; como también con saber distinguir las obras legítimas de las espurias o supuestas. La Oratoria Sagrada se ha restituido a su verdadero espíritu, por cuanto la han desnudado de aquellos ridículos adornos, con que la ignorancia la vestía: ya la mitología, polianteas, teatro de la vida humana, colecciones de sermones sin gusto, y demás fuentes viciadas, se han relegado a su destino merecido, quedando los Oradores Sagrados en estado de convencer con la fuerza de la verdad al entendimiento, sin procurar tan solamente deleitar al espíritu.
La confusión que reinaba en los Cánones por tanto número de antilogías, ha desaparecido a vista de la Sabia Crítica, que advirtió la falsedad de algunas decretales, y los errores de los que sin registrar los originales, se copiaban unos de otros, aumentando el número de citas, y propagando las dificultades y enredijos.
La Filosofía, antes tan espinosa, y llena de palabras sin sentido y de cuestiones ociosas, está reducida a su verdadero fin. La Lógica, restringida a solo lo que en ella se conoce de útil. La Física con los instrumentos en mano, averigua la naturaleza con descubrimientos, que nuestros mayores hubieran reputado por mágicos. Finalmente la Metafísica está redimida de tantos grillos y prisiones, cuales eran los cómos y posibilidades.
La Medicina, aquella facultad tan preciosa a la humanidad, cuando se maneja con sindéresis, estriba en el día en sus dos polos, la Física y Anatomía, sirviéndola de brújula la observación, habiendo los retomadores de ella, desterrado los sistemas a los países de la imaginación. Lo mucho que han avanzado la Química, Botánica, Cirugía y Anatomía, hermanas inseparables de la Medicina, lo testifican bien los descubrimientos importantes, que continuamente se publican en Europa.
Las Matemáticas, que en tiempos anteriores estaban reputadas por mera diversión, han hecho servicios importantes a la sociedad, luego que fueron patrocinadas por los que conocieron su utilidad.
La reforma se ha extendido también a la Historia, Teatro, Poesía, educación de la Juventud, etc. La primera se trata al presente con el método que se debe; una simple narración de los hechos y un estilo naturalmente hermoso preponderá a aquellas digresiones importunas, paralelos de hechos afectados y extravagantes, acasos misteriosos y circunstanciados.
El Teatro, que contra su primera institución estaba reducido a la escuela de las pasiones, goza al presente, majejado por los anatómicos del corazón humano, el ser una mera diversión, caso que no llegue a ser correctivo de nuestras flaquezas aquellos poetas hiperbólicos y ridiculos, afectados, que tanto lucieron en sus tiempos, se han extinguido, cuando los verdaderos Discípulos de Apolo reconocieron el camino, que debía conducirlos al Parnaso.
Para la Educación de la Juventud se han publicado muy excelentes métodos, con los cuales se hace mucho progreso en breve tiempo, y se evita aquella aridez, que convertía en espinas, las que son verdaderamente rosas. No solo las Ciencias, las Artes han logrados sus mejoras, luego que los sabios unidos a los artistas, han corregido lo que estos ejecutaban, sin más maestro que una práctica ciega.
Expuesta ya esta breve reforma, que con tanta felicidad vemos ejecutada en el imperio de Letras, propondré el método a que me ceñiré en los papeles que publicare.
Todo lo que me pareciere redundar en utilidad pública, impreso en idioma extranjero, lo comunicaré a la Patria, en extracto, o como me pareciere más conveniente. Aquellos manuscritos que llegaren a mis manos, y que su desgracia tiene sepultados en el polvo del olvido, si fueren cortos, lograré el mérito en su edición, si no admitieren extracto, daré tan solamente una idea ligera, para que sus autores logren en parte el premio debido a sus fatigas. Las personas que gustasen enviarme algunas memorias útiles, las publicaré en su nombre. Si su modestia quisiere mantenerlos disfrazados, está seguro me aproveche de su trabajo. Mi genio no puede acomodarse, ni ha hecho la prueba de ladearse con el plagio; en asuntos políticos guardaré el silencio que por obligación compete al súdito. Es experiencia vieja, que aún los autores más célebres, que han intentado tratar esta materia, se han encallado entre peligros y deshonores. ¿Quién nació para obedecer, debe entremeterse en el delicado arte de mandar?
Finalmente, como la discreción no está muy barata en el mundo, suplico a mis lectores critiquen mis escritos, sin llegar al Escritor. Las Producciones son la viva imagen, que exprimen bellamente el genio del que las produce. Si el Público no gustare de lo que se presentare a su vista, me consolaré, con que poseo más voluntad, que proporción a servirle; si fuere de su agrado, lograré el colmo de mis felicidades, viendo mis esperanzas cumplidas en más de lo que pensaba.
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