Leer, escribir y aprender como acto de rebeldía,
pues “el conocimiento siempre es transgresor”; un par de hechos que nos duele
reconocer y por tanto, no hacemos, es que seguimos “ignorando” el trabajo de
las mujeres en las letras y en las ciencias y digo ignorando en más de una
acepción: no se hace mucho, por una parte, en difundir la obra de las mismas y
al contrario, los planes de estudio las siguen invisibilizando , y por otra,
simplemente no nos damos a la tarea de investigar a causa, muchas veces de que
no sabemos cómo buscar lo que no sabemos que existe.
Ser una mujer en las ciencias ha implicado a lo
largo de los siglos -con más frecuencia de la que querríamos aceptar- ser
doblemente invisible a los ojos del público no especializado, no solo por la
falta de alfabetización científica sino porque a menudo el crédito por su
trabajo no les es otorgado. Si sumamos a esto ser mexicana, añadimos una
tercera, las ya de por sí pocas mujeres a las que damos lectura, suelen ser
extranjeras. Leemos, sí, tal vez con algo de suerte, a las Elenas [Garro y
Poniatovska], a Rosario, a Sor Juana si perteneces al medio literario conocerás
algunos otros nombres que de vez en cuando incluyes en tus planes de estudio, o
lees para dar una voz femenina a tu poética mientras sigues citando a los
modernistas de siempre, siempre hombres. En el medio científico, espero,
tendrás la moralidad y ética de incluir a todos los miembros de tu equipo de
investigación, dando crédito justo, pero, ¿qué hay de aquellas mujeres cuyos
nombres jamás fueron aludidos a lo largo de la historia por aquellos que
carecieron de honor y decoro ante su trabajo? ¿Qué hay con el mito de que las
mujeres no escribía, que escribían mal, o que en México no se escribía ni se
hacía ciencia?
Un primer paso para pagar la deuda histórica que
tenemos con ellas -con nosotras-, es leer mujeres, nombrar mujeres, reconocer y
valorar el significado de haber sido mujer, transgresora en su tiempo (e
incluso en el nuestro) por dedicarse al conocimiento. Una de esas mujeres es
Dolores Correa Zapata, rebelde y polifacética tabasqueña, autora de un
maravilloso poema que precisamente habla de una mujer (ficticia) que entregó su
vida a la ciencia, decisión que le fue pagada por la sociedad con mala moneda.
Dolores Correa ha sido considerada una de las
pioneras de las letras mexicanas aunque cabe señalar, que además de Sor Juana,
varias mujeres de nuestra tierra escribían versos desde tiempos novohispanos. Docente
por vocación, además de escribir poesía y prosa literarias, redactaba artículos
“pedagógicos y científicos” y su talento la llevó a ser subdirectora de la Escuela
de Instrucción Primaria, anexa a la Normal y a formarse en el extranjero (Alemania,
1899) para capacitarse en el nuevo modelo pedagógico que se establecería en
México. Si bien la docencia en aquellos tiempos era una profesión bien vista
para una mujer, la escritura no lo era tanto (se prefería a las damas como lectoras, más no como autoras)
y mucho menos una escritura tan rebelde como la de Dolores, que frecuentemente
retaba al lector cuestionando los roles de la mujer en la sociedad.
Su poema en dos cantos “La mujer científica”,
puede ser un doloroso retrato vigente hasta nuestras fechas, de lo que
significa para una mujer la entrega a una disciplina, ya sea a las ciencias, ya
sea a cualquier otra, por los sacrificios que implica para finalmente toparse
con un irrompible techo de cristal, aunado esto, el quiebre con aquellos roles impuestos
para encontrarse en una posición crítica a la realidad y sus fealdades –asunto que
muchas feministas enfrentan al cuestionarse sus afectos y convivencias-.
La atemporalidad de una obra es parte de su
grandeza, los invito a disfrutar de este poema completo, publicado en 1888 en
el periódico mexicano Violetas del
Anáhuac, fustigante y magnífico, transcrito por el increíble proyecto Las decimonónicas, Catálogo de autoras mexicanas del siglo XIX.
La Mujer Científica*
Canto primero
* El canto I se publicó íntegro en Violetas del Anáhuac. Año I. Tomo I. Núm. 30. 1 de julio de
1888. pp. 358-359.
El canto II se publicó por partes en Violetas del Anáhuac. Año I. Tomo I. Núm. 30. 1 de julio de
1888. p. 360. / Violetas del Anáhuac. Año i. Tomo i. Núm. 31. 8 de julio de 1888. pp.370-372. /
Violetas del Anáhuac. Año I. Tomo I. Núm. 32. 15 de julio de 1888. pp. 833[383]-384. / Violetas
del Anáhuac. Año I. Tomo I. Núm. 33. 22 de julio de 1888. pp. 394-396.
Transcripción: Haydeé Salmones.
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