La historia de Amalie Dietrich es increíble. A pesar de no contar con una formación académica de nivel superior, de forma autodidacta se familiarizó con la taxonomía de Linneo, que clasifica a los seres vivos, y se convirtió en coleccionista de especímenes de historia natural.
En 1862,
fue contratada por el millonario J.C. Godeffroy para recolectar para su museo
privado de geografía, historia natural y etnología del Pacífico Sur, durante 10
años, en tierras Australianas. En cartas le contaba a su hija sus aventuras,
que incluyeron la disección de cocodrilos de 6.7 metros, sufrir de fiebre,
perder su casa en un incendio, ser rescatada por aborígenes en un pantano de
lirios, atrapar a la tercera serpiente más mortífera del mundo; recolectar
plantas, insectos, corales, conchas, mamíferos, peces, aves y artefactos y
restos aborígenes.
Regresó a
Hamburgo en 1873 con 2 águilas mascota, un catálogo botánico de más de 250
especies, otro de 266 aves, y el respeto de la comunidad científica que nombró
33 especies de animales y plantas en su honor.
Trabajó 13
años en el Museo de Godeffroy, y cuando su acervo se convirtió en propiedad de
la Ciudad de Hamburgo, le ofrecieron un puesto en el Museo Botánico.
Aunque a
finales del siglo pasado (100 años después de su muerte) surgieron detractores
de su trabajo, las aportaciones de Amalie Dietrich son innegables, y hasta la
fecha, sus colecciones son exhibidas en museos europeos.
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